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Gracias a Dios y al baile del joropo por las satisfacciones vividas

Por: Óscar Alfonso Pabón Monroy/ Comunicador Social comunitario.

Algunas personas saben de mí porque defiendo la ejecución del baile del joropo en sus patrones ancestrales y porque me han visto como jurado de eventos del tradicional baile.

Otras tendrán referencias mías gracias a mis escritos y exposiciones sobre ese tema en recintos académicos.

A esta altura de mi vida me propuse redactar la siguiente auto memoria folclórica personal, para contar la manera como obtuve mi sensibilización y apropiación del folclor llanero, así como mis grandes satisfacciones.

Sabido es que soy villavicense, lo que no se sabe es que en mi infancia y parte de mi juventud nunca tuve vivencia directa alguna en el territorio llano. Así que la llaneridad de la cual es dueño este citadino, se ha cultivado hasta hoy a partir de ser atento escuchador de narraciones de la región por parte de familiares y de amistades, de lecturas, del disfrute de oír grabaciones sonoras y de ver en vivo el desempeño de famosos y noveles folcloristas llaneros.

En otras palabras: soy un simple autodidacta. El comienzo: En el segundo año de los sesenta tuve uso de razón. A partir de esa época comencé a tener contacto con el joropo que sonaba en las dos emisoras de Villavicencio, así como en las rockolas de las cantinas que a clientes y transeúntes en alto volumen les dejaban escuchar música llanera.

Los artistas del momento eran Luis Ariel Rey R., Miguel Ángel Martín S. y el Trío Los Galanes. Con ese método inició mi acercamiento al folclor regional. El primer logro fue aprender y cantar las letras de Ay si sí, Carmentea, Reina del amor y Departamento del Meta.

En la primera parte de la década siguiente se creó el colectivo Danzas folclóricas de Cofrem, pionera agrupación de bailes colombianos en Villavicencio de la que fui fundador.

Cierta frustración tuve cuando el profesor Carlos Alberto Plazas, huilense, hizo el “casting” para montar el joropo y quedé eliminado por no saber el paso básico.

A la par, en la casa además de joropos grabados también se escuchaban a lo vivo, pues mi primo Enrique Orjuela avanzado en la ejecución del arpa convidó a Carlos mi hermano para que aprendiera a tocar cuatro, por eso disfrutamos muchos ensayos del familiar conjunto que tuvo como maraquero a Carlos, hermano de Enrique.

A las jornadas musicales pronto se unieron Mesías Figueredo, Prisciliano Gutiérrez y Jesús “el catire” Morales, Hernando González, Eliécer Landaeta y Pedro Buitrago.

De cómo aprendí el paso básico del joropo: En esos años, las grandes y alegres fiestas navideñas eran tradición y entre las más importantes orquestas que con sus discos alegraban tales festejos estaban Los Graduados, con su cantante Gustavo “el loco” Quintero.

Traigo esta cita a colación, para poder contar que el paso básico del joropo no lo aprendí al son de un tema llanero, sino con la canción “La mula rucia” de Los Graduados.

El ritmo de dicho tema musical me facilitó ejecutar la marcación del paso del joropo. A partir de entonces mucho ejercité la marcación y el tema llanero que más bailé resultó ser El caimán de Boca Brava, del venezolano Francisco Montoya, contenido en el disco LP que mi hermano Carlos compró para su colección.

En cada fiesta lo colocábamos y por lo general mi pareja fue doña Ligia de Prieto, apreciada amiga valluna ya fallecida. Nunca imaginé, que gracias a las canciones sobre una mula y un caimán en los años setenta aprendiera yo a defenderme en el tradicional y festivo baile de la región llanera colombo venezolana.

Inolvidables recuerdos personales gracias al baile de joropo: A continuación contaré sobre las más grandes satisfacciones obtenidas hasta hoy, gracias a ejecutar el baile de joropo.

Para la época en que las Danzas de Cofrem tuvieron nuevo director, Jesús “Chucho” Pedroza, yo ya “sabía” bailar joropo y por eso integré los montajes coreográficos que él planteó. El conjunto musical era el dirigido por mi primo.

El grupo da danzas ocasionalmente recibía invitaciones para ir a presentar sus trabajos folclóricos en otros municipios metenses, así que como valor agregado pude conocerlos.

Con el paso básico pude participar en los montajes de baile de joropo en el grupo de Cofrem. La primera gran oportunidad de ir a distante tierra a bailar joropo y a conocerla, ocurrió cuando desde el departamento de Caldas invitaron a las danzas de la Caja de Compensación Familiar del Meta, Cofrem, al Festival Folclórico Nacional de la Feria de Manizales en su versión del año 1977.

Largo viaje.

Partimos al atardecer del 1 de enero en un destartalado bus de la Escuela Normal. Ni para que contar las varadas y otras anécdotas de ida y vuelta. En esa bonita ciudad tuvimos varias presentaciones.

En especial recuerdo las siguientes dos: el prolongado Desfile de las Américas que partió de la Plaza de Bolívar, por la avenida Paralela hasta el estadio de fútbol.

Me correspondió ser el parejo de Luz Stella Ruiz M. Hay que contar que Chucho, el profesor valluno, nos puso a lucir trajes tipo oeste norteamericano.

El público apostado a lado y lado de la vía no quiso que por trayectos dejáramos de bailar, así que llegamos agotados al punto final.

La Patria de Manizales nos invitó a su sala de redacción y allí nos presentamos y entrevistaron al profesor Pedroza. En Manizales lucimos traje al estilo de los vaqueros del Oeste norteamericano.

La otra inolvidable y mayor experiencia fue la de habernos presentado en el Teatro Los Fundadores, para la época el más moderno de Latinoamérica, honor grande para este aprendiz del joropo.

De eso hace ya treinta y ocho años. Al regreso de la capital caldense todos los integrantes del grupo de baile desertamos. Lo hicimos en protesta, porque el profesor Pedroza no quiso llevar a Marietha Herrera C. a dicha ciudad.

Si bien yo abandoné el colectivo, mis hermanos Orlando y Martha ingresaron y tuvieron buen desempeño en las danzas nacionales, incluido el joropo. El siguiente grato recuerdo que conservo ocurrió en 1980, cuando integré la delegación folclórica de la Unillanos y viajé a Santa Marta a un encuentro nacional universitario de folclor.

Gracias al joropo pude montar por vez primera en avión y conocer esa ciudad y el mar Caribe.

Fuimos en un DC 3 de la FAC que partió desde la Base de Apiay, el regreso fue hasta el aeropuerto de CATAM en Bogotá. Aprendizaje del contexto histórico y mejoramiento en la ejecución del baile: Mi aprendizaje no formal de llaneridad, se reforzó al ingresar a un círculo de amistades que por años hicieron gratas y alicoradas tertulias sobre la historia y la cultura llanera. La sede era la casa de los orocueseños Jairo Ruiz y Marujita Churión, su mamá.

Entre otras personas eran asiduas Álvaro Coronel Mancipe –Bayiyo-, Gonzalo Lizarazo y Nancy Espinel. De ellas, de los anfitriones y de otros ocasionales asistentes capté toda la información regional posible y atento los vi bailar joropo estilo sabanero al son de clásicas grabaciones de la canta llanera.

De esa manera en “Altamira de Macuco”, como le decíamos a la casa de Jairo y Maruja, cursé mi estudio teórico práctico de llaneridad. Logrando el contexto histórico del folclor llanero.

Por observación y aplicación mejoré mi desempeño en la ejecución del joropo.

En enero de 1983, quizá por mí estilo de bailar fui llamado por Ángela de Medem, esposa de Federico el sabio de los caimanes del Orinoco, para integrar un grupo con el fin de presentarse dentro del programa de la Feria de Catama.

Con Claudia de Colombia en el coliseo de Catama, Villavicencio, enero 22 de 1983. Luego de nuestra telonera salida al escenario, cantó la internacional Claudia de Colombia quien en su repertorio incluyó un tema llanero y convidó para que alguien saliera a bailar con ella.

Yo estaba entre bambalinas y como nadie atendió la repetida solicitud de la famosa artista, entonces con cierto grado de nerviosismo me arriesgué y por unos minutos bailé con ella.

Enorme satisfacción personal también deparada por el joropo. Un poco antes de culminar la década de los ochenta el aprendizaje del joropo se complementó con el inicio de las fiestas en homenaje a San Pascual Bailón, nacidas por idea de los integrantes de la Fundación Archivo Fotográfico de la Orinoquia, FAFO, joropos que han tenido como sede la casa de Nancy Espinel.

En estos alegres festejos, con más de dos décadas de celebraciones, han participado adeptos del folclor llanero, con el acompañamiento reconocidos artistas de la música tradicional.

Quizá el profesor que en más sanpascuales nos ha dado excelentes clases al verlo bailar, es Carlitos Medina oriundo de Hato Corozal, Casanare, pero casado y radicado en la capital del Meta por medio siglo.

En cada fiesta, él además nos complace cantando Cajón de Arauca apureño.

Antes de contar sobre los últimos tres prestigiosos escenarios en los que bailé joropo, comparto una anécdota de 1992. Con motivo de los treinta años de la Cámara de Comercio de Villavicencio, hubo un recital poético a cargo de María Mercedes Carranza, Jaime García Mafla y Juan Manuel Roca, destacados literatos nacionales.

Pasado el evento y luego de cenar, con los tres poetas al establecimiento Pentagrama Llanero fui con Luis Francisco Rojas y Clemencia Corredor su esposa, Manuel Aldana, Juan Vergara y las hermanas Clarita y Sofía Serrano, esposas respectivas de ellos dos.

En medio del joropero bullicio tomamos aguardiente y me atreví a sacar a bailar a María Mercedes. Al culminar la música a mi pareja le agradecí y ella me echó un poético piropo que sin pretensión alguna ahora por vez primera cuento.

Me dijo: “bailas como los ángeles”. Yo creo que en eso mucho tuvo que ver el aguardiente Llanero que ella había ingerido y la alegría allí reinante.

Entre 2006 y 2007 me ocurrieron sendas e inolvidables experiencias por ser bailador de joropo, puesto que pude valsear y zapatear en los escenarios de reconocidos internacionales recintos artísticos.

Para esos años me desempeñé como Coordinador Cultural de la Unillanos y como tal logré cultivar excelente amistad con Franklin Medina R., compañero de labores y director del grupo folclórico Los Taguaros.

En alianza artística entre la universidad y dicha escuela de danzas se cumplieron tres salidas con folclor llanero, con montajes escénicos en los que participé como parejo de baile tradicional.

De esa manera, en octubre de 2006 a Bogotá fuimos y nos presentamos en el famoso auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional. Al año siguiente en junio la ruta nos llevó a Cali, ciudad que no conocía, sede del Encuentro de Danza Folclóricas Mercedes Montaño.

Nos presentamos en diversos sitios, pero los dos de mayor nombre fueron el Museo La Tertulia y el Teatro al Aire Libre Los Cristales. Teatros Museo La Tertulia y Los Cristales, Cali. 

En el siguiente mes de ese año 2007, como parejo de joropo digo que “toqué cielo”. Ahora el destino fue México DF en donde a nombre de Colombia el mismo grupo participó en el 4° Festival Internacional del Folclor.

En la urbe mexicana estuvimos veinticinco días mostrando de manera principal el joropo, con música, canto y baile. La delegación estaba integrada por 30 folcloristas, siendo yo el de mayor edad.

A la par, conocimos emblemáticos sitios tanto de la capital como del Estado de México y de ñapa nos llevaron al puerto de Acapulco, en donde disfruté por primera vez las aguas del mar Pacífico. Paradoja grande es que a dicho océano sigo sin conocerlo en Colombia.

Mucha emoción disfruté cuando en los recintos públicos de esa lejana tierra anunciaban a Colombia y el ambiente se llenaba con las recias y festivas notas musicales del joropo, que energizaron los cuerpos y espíritus de los bailadores.

Grato fue sentir que con el folclor de la región llana, sobre el escenario uno era Colombia. Sin demeritar los escenarios en que actuamos en el DF, recuerdo que me sentí muy complacido al bailar en el hermoso Teatro de La Ciudad, que equivale al Teatro Colón de Bogotá.

En ese internacional e icónico recinto azteca quizá por vez primera una agrupación colombiana a lo vivo tocó, cantó y bailó joropo, y a nosotros nos correspondió tan grande honor.

 Gracias a Dios y al baile del joropo por todas las satisfacciones recibidas, las que en esta crónica en primera persona dejo detalladas.

Agrego que regalos importantes también han sido la larga cadena de amistades cultivadas durante tantos años, así como los generosos y espontáneos aplausos brindados por los públicos de los escenarios en que este villavicense pudo bailar su citadino joropo tradicional.

Villavicencio, 1 de noviembre de 2015