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Augurios electorales

La práctica del sufragante puede entenderse más allá de un derecho, ya que el timonel que llegue conducirá los destinos de nuestro país o región.

Augurios electorales

Como es usual en tiempos de agitación política, es posible pensar que las constantes denuncias sobre casos de corrupción en el país y por supuesto, en la región,  conduzcan al electorado a revertir dichas situaciones a través del voto. Este ejercicio goza claramente de la independencia del ciudadano, de quien se espera haga un análisis riguroso sobre cuál considera que es la opción más conveniente.

La práctica del sufragante puede entenderse más allá de un derecho, ya que el timonel que llegue a conducir los destinos de nuestro país o nuestra región lo antepone como razón obligante frente al triste panorama que siempre se vislumbra.

Por supuesto, la realidad no es otra a la cual nos hemos acostumbrado, ya que es posible convivir con nuestras desgracias tales como la pobreza, la violencia y la mediocridad que caracterizan a este país sin memoria y que ha estado sumido por décadas en el oscurantismo democrático al cual nos invitan cada 3 o 4 años, haciéndonos responsables de nuestras propias tragedias.

Frente esto y los hechos mencionados hoy por el diario El Tiempo, en el cual se acusa de haber recibido coimas millonarias por contratación a funcionarios públicos de la talla de ex-gobernadores, candidatos a la cámara de representantes e incluso al mismo alcalde de la ciudad de Villavicencio, es innegable decir que:  ¡Somos víctimas de nuestro propio invento!

Prueba de eso son los continuos actos politiqueros y cierres de campaña que se hacen antes de las elecciones donde se regalan casas, mercados, bonos, tejas, cemento y todo aquel elemento que compromete y persuade al ciudadano sobre lo que se supone debe ser una decisión autónoma a la hora de elegir, y que para concepto de quien escribe hoy está humilde e indignada nota, son la prueba irrefutable de que los próximos 4 años serán aún peor que los anteriores.

Ya expuesto nuestro apocalíptico panorama no queda otra cosa que esperar sin sorpresa alguna como una inmensa mayoría de ciudadanos al unísono y sin pudor alguno vituperan sobre quiénes de forma alcahueta y descarada se han presentado como el remedio a esta enfermedad llamada corrupción, y que para el asombro de pocos se jactarán de ser personas impolutas dignas de toda reverencia y respeto. Algo a lo que Jaime Garzón describiría como “la antilógica al orden”.

Este año no podría ser la excepción, en este cabaret y piqueteadero llamado Colombia, habrá como todas las veces: “baile, mico y cena siempre en casa ajena”. Nuestro futuro es casi tan negro como nuestro pasado y por supuesto no queda otra cosa que esperar nuevamente otra oportunidad para revertir lo que habitualmente hacemos mal: “Elegir”